A veces se encuentran artículos que quedan grabados muy dentro del corazón y la mente. Que nada los borra y muchos actuales que tratan el mismo tema son sometidos a comparación con la brillante síntesis que te deslumbró hace años y, por tanto, quedan retratados. En este caso fue una pieza importante por su temática, contexto, autor e ideas básicas. “Son los nuestros”, publicaba Julio Anguita en su blog del colectivo Prometeo, el 18 de mayo de 2011.
Los nuestros, decía y escribía, denotando importancia máxima en el posesivo: somos porque les pertenecemos; y que haya un nuestro (de nosotros) implica que debe de haber un suyo, con su ellos.
Ahí es nada, trece años son menos que veinte, como decía el tango, menos que nada. En el artículo, Anguita reconocía y admiraba las protestas del 15-M repasando sus primeras y prioritarias reivindicaciones. Pocas voces en la izquierda se atrevieron a realizar entonces un envite tan contundente, cariñoso y desacomplejado sobre el movimiento 15-M… pero Julio era Julio. La idea básica que se quiere traer aquí tiene que ver con la perspectiva y el enfoque que el Califa daba, utilizando el antiguo arte de la dialéctica. Los nuestros, decía y escribía, denotando importancia máxima en el posesivo: somos porque les pertenecemos; y que haya un nuestro (de nosotros) implica que debe de haber un suyo, con su ellos.
Después de eso el mapa cambió muchísimo. Lo que entonces parecían dos orillas claras, hoy pueden ser un continente y una isla, una península engañosa…
Ellos y nosotros. Las dos orillas. Nada nuevo en fondo pero novedoso en la forma a la hora de aplicarlo. Y es indudable que había más lazos de unión que diferencias en las peticiones generales del 15-M y las reivindicaciones históricas de la izquierda marxista. Después de eso el mapa cambió muchísimo. Lo que entonces parecían dos orillas claras, hoy pueden ser un continente y una isla, una península engañosa, un mismo río o lago interno que se engrandece hasta partir el horizonte en dos.
El fin de la historia aún no está presente ni revelado, por tanto, todo sigue destinado a cambiar y a parecerse de alguna manera, cambio tras cambio. De una plaza infestada de personas (acuérdense que los llamaban “perroflautas”) clamando contra bancos y castas políticas, hemos pasado a autovías y autopistas cortadas por grandes máquinas agrícolas. O algunas avenidas vacías en tiempos de pandemia abarrotadas por momentos de grandes coches de buenas marcas y mejores precios, protestando “por la libertad”.
Algunos de los que ahora protestan en tractor se parecen bastante a aquellos que en buenos cochazos se pasearon ruidosamente, cuando la pandemia, en contra de las limitaciones a su libertad individual
¿Qué pasa si por un momento dejamos el severo metro de medirnos a nosotros mismos y tratamos de centrar el tiro en quiénes son ellos? Si utilizamos la comparación y la contraposición para definir a ese «ellos» seguramente llegaríamos a una serie de conclusiones: comparación por contraposición.
Algunos de los que ahora protestan en tractor se parecen bastante a aquellos que en buenos cochazos se pasearon ruidosamente, cuando la pandemia, en contra de las limitaciones a su libertad individual. En contra de mascarillas, confinamientos, vacunas, planetas esféricos y lo que les echen, pues así eran. Ahora están contra Europa algunos de esos muchos “productores agrícolas” que han recibido buena pasta durante mucho tiempo (y siguen) gracias a la entrada en la CE de nuestro país. No les molestan los cultivos hiperintensivos, la problemática del agua y la necesidad de la buena gestión de los recursos. Todo lo que suene a lucha contra el cambio climático les envilece y provoca sarpullidos. Buscan su beneficio económico sobre todas las cosas aunque sea a costa de la extinción de la humanidad.
Algunos clamaban porque la subida del salario mínimo afectase a sus jornaleros, quienes son la verdadera masa trabajadora del campo, no seamos necios. Algunos capataces o jefes pidieron que la subida del salario implicase un aumento de jornada laboral. Como lo oyen, te subo el sueldo si trabajas más; si no, yo pierdo (aunque Mercadona siempre gana y cada vez más). No hay tractorada que tape dicha vergüenza.
Otros despotrican contra los productos que llegan desde Marruecos pero no se dan por aludidos cuando las mismas críticas llegan desde Francia hacia los productos agrícolas que se producen en el estado español
Se podrían hacer demasiadas metáforas, pero es que simple y llanamente piden competencia leal dentro del capitalismo, y solo para su beneficio. Como pedir sexo en una peli de Tarantino: no está ni estará aunque tú quieras creer que sí. Saben que en este sistema los más ricos se hacen cada vez más ricos vendiendo sus productos y ellos hacen algo parecido en otro ámbito. Otros despotrican contra los productos que llegan desde Marruecos pero no se dan por aludidos cuando las mismas críticas llegan desde Francia hacia los productos agrícolas que se producen en el estado español. Y resulta que hay bastante capataz de grandes señores que precisamente cultivan en Marruecos una cantidad ingente y creciente de productos. Pero el capataz jamás le muerde la mano al gran señor.
Los suyos, ellos, son muy parecidos a aquellos otros que se posicionan en contra del aborto y luego lo practican y nunca dejaron de hacerlo. Los que piensan que la Ley del solo sí es sí era una aberración feminazi que solo consiguió liberar violadores. Esa gente que pide pena de muerte a un a un presunto violador antes del juicio, pero luego van y defienden como corderitos a cualquier manada de cerdos violadores españoles. Les molesta más el indigno ministro Marlaska por su condición sexual que no por Tarajal. Son ruidosos como bolsas de plátanos y atosigantes como curas en época de peste. En tiempos de la peste un cura celebrando la enfermedad como plaga de Dios y a la vez pidiendo clemencia debía de ser muy duro. Menos mal que no había redes sociales. Ellos y los otros, siempre van pareciéndose pero nunca dejan de sorprender.
Son aquellas personas que, aunque un familiar de víctima de terrorismo les pida que no utilicen un chascarrillo que implica el cántico a voces de un asesino, aun así, lo hacen
Son aquellas personas que, aunque un familiar de víctima de terrorismo les pida que no utilicen un chascarrillo que implica el cántico a voces de un asesino, aun así, lo hacen. Y se erigen como verdaderos representantes de las víctimas. Dicen literalmente que la organización ETA está “más viva que nunca”: es imposible no pensar que en algún rincón de su corazón desean algo así. Politizan vidas segadas de trabajadores de la Guardia Civil luchando contra el narcotráfico pero ven normal y deseable mandar ingentes cantidades de fuerza de seguridad nacional a Cataluña a impedir un referéndum al grito de “A por ellos, oé”. Tienen arcadas si se les habla de amnistía a independentistas y callan ante indultos por delitos (gravísimos) de índole económica, fiscal o incluso de quienes organizaron un golpe de estado en aquellos años en que comenzaba a andar la débil democracia que disfrutamos y padecemos.
Les encanta echar pestes sobre la cultura española (cine, literatura, música) y si pueden censurar un buen puñado de obras y artistas de nuestra tierra, mejor. ¿Se aprecia bien la frontera entre ellos y nosotros? Aunque ayer parecieran dos orillas, hoy una península y una isla y mañana vete a saber qué se aprecia.
Se aprecia y se valoran las diferencias porque son fruto de un análisis, de un contexto y de una voluntad por cambiar, mejorar y superar el presente. Y se debe tener la certeza de que aquello que sea cambiado o superado deberá formar parte de lo nuevo, una vez transformado. Así que no solo hay que conocer al enemigo para enfrentarlo sino también para asimilar la certeza de que no somos como ellos y no buscamos su extinción: solo su superación.